lunes, 7 de febrero de 2011

Febrero 7, 2011:Del desarrollo estabilizador a la estabilización sin desarrollo en México (tercera parte)

Correo: pabloail@yahoo.com.mx

Carlos Salinas de Gortari está obsesionado con no pasar a la historia como causante de la crisis de finales del 94. Ha escrito tres libros tamaño “ladrillo” para decirle a todo el mundo su verdad sin muchos resultados. Ernesto Zedillo, al ser entrevistado al poco tiempo de asumir el cargo para el que no estaba programado, trataba de justificarse del desastre alegando “que me dejaron el país prendido con alfileres” a lo que su antecesor le respondía: “para que se los quitaste”.

Salinas en realidad delegó la conducción de la política económica en su poderoso y arrogante Secretario de Hacienda, Pedro Aspe Armella, quien se volvió famoso por sus increíbles y orondas frases: “En México, el desempleo es un “mito genial” presumiendo que las bajas tasas de desocupación nos situaban entre los mejores naciones del mundo; o que el “déficit de cuenta corriente siga creciendo es muy bueno para la economía, porque por definición es igual al ahorro externo y esto permite que tengamos más recursos para invertir”.

Sin embargo, lo relevante era lo que no se decía y sobre todo lo que se ocultaba: que no existía seguro de desempleo y que las condiciones de ocupación eran muy desfavorables, no sólo por las bajo remuneraciones, sino por la ausencia de prestaciones. En 1994, el déficit de cuenta corriente representaba el 7% del PIB y ya no era financiable. El vencimiento de las obligaciones se había acrecentado de tal forma, que ya no sería posible cumplir los plazos de los pagos de la deuda externa conocida y encubierta por estar indexada a la paridad cambiaria.

Tampoco era cierto que no hubiese voces que advirtieran sobre los peligros de un tipo de cambio tan sobrevaluado que estaba alentando las importaciones y perjudicando las exportaciones desde hacia buen rato. El haber abusado del tipo de cambio fijo o predeterminado (porque el deslizamiento era conocido de antemano e insuficiente) como ancla inflacionaria generó un enorme y creciente desequilibrio externo. Rudiger Dornbusch, profesor de Aspe en el Instituto Tecnológico de Massachusetts incluso fue invitado a abandonar el país cuando en alguna de sus presentaciones cuestionó la política cambiaria.

Finalmente, cuando se amplía la banda ese 20 de diciembre de 1994, los pocos empresarios que pudieron comprar a 4 pesos por dólar, más adelante fueron los beneficiados de un tipo de cambio que se iría a 7 en un fenómeno conocido muy bien por Dornbusch como el “overshooting” el efecto sobrepasamiento posterior al tránsito de una política cambiaria fija por otra flotante o variable.

En descargo del gobierno, las calificadoras de riesgo tampoco advirtieron el peligro. Incluso, una de las grandes hizo el ridículo al subirle la calificación al país poco antes del colapso cambiario lo que incluso provocó un cambio radical en la forma de evaluar a los países. La “opinión de grupo” generada por los tecnócratas del Banco de México y de Hacienda era tan avasalladora, que quien opinara diferente era desacreditado o descalificado con expresiones como “son comentarios de seudoeconomistas”. Hoy en día las cosas no son muy diferentes, recuérdese los juicios de algunos de los funcionarios del gobierno calderonista en contra de Paul Krugman en 2010 calificándolo como ignorante y desconocedor de la realidad mexicana.

A los 28 días de haber asumido el cargo de Secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche renunció sustituyéndolo Guillermo Ortiz Martínez, quien tres años después sería premiado con la gubernatura del Banco de México. En enero de 95, anunció un plan de ajuste que no funcionó y que proponía austeridad fiscal. En febrero, el FMI otorgaba un crédito condicionado a una serie de políticas económicas y Clinton prometía un apoyo económico con su peculiar estilo: les prestamos porque no nos conviene que nuestro vecino se vaya al caos y además va a ser buen negocio por el pago de intereses que va a generarnos. Esto es, “ellos lo necesitan y a nosotros nos beneficia”. No fue fácil y Clinton tuvo que vetar la prohibición de los Republicanos que alegaban que no estaban dispuestos a que los impuestos de sus ciudadanos se usen en ayudar a un país corrupto y despilfarrador como el del Sur.

Las condiciones del FMI se fueron conociendo por la vía de los hechos: alza del IVA del 10 al 15%, lo que el PRI pudo lograr porque tenía mayoría en ambas Cámaras (la famosa “Roque señal”), privatización de áreas exclusivas del estado o restringidas a la inversión extranjera como bancos, ferrocarriles, suministro doméstico de gas, aeropuertos, puertos marítimos; depósito de la factura petrolera en Nueva York como garantía del préstamo por 17 mil 500 millones de dólares, elevación de precios y tarifas de bienes y servicios públicos. Las medidas generaron más inflación y el banco central restringió la liquidez de tal forma que las tasas de interés se dispararon, lo que ocasionó que la cartera vencida se disparara amenazando con llevar a la quiebra a los bancos privados.

El gobierno de Zedillo decidió rescatar a los bancos mediante un fideicomiso a cargo del Banco de México prácticamente desconocido antes de la crisis, el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), mediante el cual se intervino bancos insolventes e intercambió cartera vencida por títulos de deuda, en una transacción por medio de la cual se socializaban las pérdidas privadas. Si bien es de reconocer que el Fobaproa evitó la quiebra del sistema de pagos, el costo fiscal fue muy elevado, ya que las autoridades monetarias actuaron discrecionalmente. Favorecieron en la operación a muchos inversionistas ya sea mediante condonaciones de deuda o utilizando los bancos intervenidos para otorgarles a sus allegados créditos sin garantías.

El inconveniente más significativo del Fobaproa era que todo el programa de salvamento era ilegal, porque la nueva deuda pública no tenía respaldo, ya que no había sido autorizada por el Congreso. Para solventar ese inconveniente, Zedillo logró aprobar con el apoyo de la fracción panista el 12 de diciembre de 1998 la creación del Instituto para la Protección del Ahorro Bancario (IPAB) con lo que los títulos gubernamentales en propiedad de los bancos privados fueron reconocidos como deuda pública. El PAN puso como condición para el acuerdo que Guillermo Ortiz no pudiese sentarse en la Junta de Gobierno del IPAB, lo que no impediría su funcionamiento.

La devaluación del peso permitió que el sector exportador creciera dinámicamente en 1995 aprovechando las condiciones preferentes de acceso que había logrado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El desempeño de las exportaciones fue un amortiguador de la crisis y de hecho la zona norte del país se vio menos perjudicada. No obstante, el PIB cayó 6.2% ese año, la inflación y el tipo de cambio cerraron en 51.97% y 7.74 pesos por dólar; cuando en 1994 las cifras fueron respectivamente 4.5%, 7.05% y 4.995 pesos por dólar.

En 1996, la recuperación de la economía mexicana fue notoria, el PIB creció 5.1%, la inflación bajó a 27.71% y el tipo de cambio cerró en 7.87; pero ello no se reflejaba en el bienestar de la gente. En el plano político, Zedillo pactaba con la oposición una reforma electoral otorgándole plena autonomía al Instituto Federal Electoral (IFE), órgano electoral que en ese momento todavía estaba bajo el control de la Secretaría de Gobernación. En un arranque de sinceridad Zedillo reconocería que ganó las elecciones porque las condiciones de la competencia eran muy desiguales.

La reforma electoral de Zedillo también era una respuesta política a los grupos radicales de izquierda, que luego del fraude del 88 habían reafirmado su convicción que por la vía electoral era imposible la toma del poder, porque nunca se reconocería el triunfo en las elecciones presidenciales. El más publicitado era sin duda el Ejercito Zapatista Liberación Nacional (EZLN) con su carismático líder el Subcomandante Marcos que recordaba a dos iconos revolucionarios como Emiliano Zapata y Ernesto “El Che” Guevara. El EZLN había saboteado exitosamente la entrada del TLCAN ese 1 de enero de 1994 y exhibido la enorme desigualdad e injustica imperantes.

Los costos políticos de la aprobación de mediadas antipopulares, el desgaste y desprestigio del gobierno y la realización de elecciones bajo condiciones más democráticas, provocaron un cambio radical en el escenario político. El PRI perdió la mayoría absoluta en la XLVII Legislatura en 1997 y tuvo que negociar con el grupo de los cuatro: PAN, PRD, PT y PVEM. Paradójicamente, este último recuperó su registro al incluir en la lista de Senadores y Diputados a figuras reconocidas como Adolfo Aguilar Zinser y Marcelo Ebrad Causabón. En el Distrito Federal, Cuauhtémoc Cárdenas ganaba las elecciones para la Jefatura de Gobierno de la capital del país. El gobernador de Guanajuato, Vicente Fox Quezada hacía pública sus aspiraciones para postularse a la Presidencia de la República.

La crisis económica en Asia en 1997 fue un enorme tsunami que pondría fin a los sistemas cambiarios fijos con el dólar. Algunos países tomaron el modelo mexicano como un ejemplo de lo que no se debía hacer. Intervenir rápido a los bancos privados quebrados y encarcelar a los funcionarios y ejecutivos envueltos en operaciones fraudulentas. Las consecuencias para México fueron enormes: el desplome de los precios del petróleo obligaron a realizar tres recortes presupuestales en 1998. Para hacer frente a la caída de ingresos petroleros, el PRI propuso que se extendiera el IVA al 15% a todos las mercancías. El gobierno tenía que dar marcha atrás a la propuesta, a pesar del desplante de algunos tecnócratas que decían que continuaba vigente.

En 1999 la economía mundial se reactiva, Estados Unidos estaba festejando el auge y el ciclo económico más largo sin recesión. La fiebre de las punto.com había generado una burbuja bursátil en el mercado Nasdaq impresionante con contagio en todos los mercados bursátiles del mundo. Era tal la euforia de los especuladores que se había generado una “ceguera colectiva” digna de una novela de José Saramago.

En ese ambiente, Zedillo pensaba que si la economía funcionaba bien el candidato del PRI, Francisco Labastida Ochoa ganaría las elecciones del 2000 sin problemas. Por la izquierda competía por tercera ocasión Cuauhtémoc Cárdenas y por la derecha Fox, quien supo canalizar la esperanza de cambio y el llamado al “voto útil”. Fox no proponía cambiar el modelo económico y tampoco abriría las heridas del Fobaproa.

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