miércoles, 23 de junio de 2010

Jun 23,2010: El yuan y el G20

Pablo Álvarez Icaza Longoria
pabloail@yahoo.com.mx

China sorprendió con el anuncio de una flexibilización del tipo de cambio del yuan frente al dólar el fin de semana pasado (19-20 de junio), modificando una paridad fija que había establecido desde julio de 2008. Desde hace tiempo, los países industrializados (G7), pero principalmente Estados Unidos (EUA) había venido presionando para que China apreciara su moneda para que el crecimiento del gigante asiático se basara menos en las exportaciones y más en el consumo interno, lo que ayudaría a reducir el déficit comercial y estimularía el crecimiento de los principales socios comerciales al impulsar el incremento de las importaciones chinas.

El FMI también se había sumado a dicho llamado considerando que China debería de tener un papel relevante en la recuperación de la economía mundial, luego de la crisis económica de 2009 y que en la medida que el crecimiento chino estuviese más apoyado en el consumo doméstico eso podría estimular las exportaciones del resto del mundo. Es decir, que su estrategia de crecimiento esté más balanceada entre el sector externo y el interno.

El gobierno chino se negaba a revaluar su moneda porque alegaba que con la crisis financiera, sus competidores, la mayoría países en vías de desarrollo, habían depreciado sus monedas -por los tipos de cambios flotantes- y por ende, acentuaría la pérdida de competitividad frente a ellos.

En el Congreso norteamericano ha habido una gran molestia por el creciente déficit comercial con China. De hecho en recientes audiencias algunos representantes habían promovido medidas proteccionistas frente a China ante su negativa a revaluar su moneda frente al dólar.

En este sentido, China no podía llegar a la reunión del G-20 con las manos vacías. Éste es el grupo de alto nivel que se constituyó para coordinar las políticas económicas de los principales países desarrollados con la de los países emergentes en octubre de 2008 para evitar que la crisis financiera derivara en una crisis económica global.

No obstante, el Banco Central Chino aclaró que el tipo de cambio manejado, implicaba que no se permitiría una fuerte apreciación del yuan y que incluso, en ciertas condiciones podrían volver a depreciar la moneda para desalentar movimientos especulativos frente al yuan que intentara llevar a una fuerte apreciación del yuan frente al dólar. Los mercados de futuros entendieron la señal por lo que en un año sólo esperan una apreciación de 2.8% del yuan frente al dólar y no 4% como algunos socios comerciales de China deseaban.

En los últimos 20 años la economía mundial ha funcionado con un esquema que hizo crisis en 2008. Crecientes déficit de cuenta corriente de EUA y otros países que son financiados por compra de deuda de países como China que han incrementado sus reservas internacionales de manera impresionante. El financiamiento externo desorbitado del consumo finalmente fue el motor del impresionante crecimiento de China e India y en menor medida de otros países que también se beneficiaron como proveedores de insumos y materias primas para estos.

Cuando la crisis estalla en 2008 este modelo de crecimiento basado en las exportaciones entra en crisis y las ventas externas chinas caen debido a la gran recesión en los países desarrollados. Para enfrentar la caída, comienza a generarse la idea de que China tiene que comenzar a crecer también en base a su mercado interno. Sin embargo, cuando se los países desarrollados implementan los planes de rescate financieros y las políticas fiscales y monetarias expansivas para salvar al mundo de una gran depresión, la urgencia de este cambio desaparece porque sus economías vuelven a crecer.

Todo iba bien, hasta que la crisis de la deuda europea en 2010 revela que los déficit fiscales crecientes de países como Grecia se han vuelto insostenibles porque los inversionistas se niegan a refinanciar dicha deuda y/o hacerlo se vuelve cada vez más costoso por las primas de riesgo cada vez más elevadas.

En conclusión, la adecuación cambiaria de China aunque insuficiente, le permite reducir la enorme presión que había en el G20 para que flexibilizara su política cambiaria y no fuese acusada de no cooperar en el proceso de recuperación de la economía mundial. El gigante de Asia se ha vuelto un jugador muy importante en el entorno internacional, pero también tiene que entender que las amenazas de represalias comerciales son reales, no solo por parte de EUA, sino también de países en desarrollo que se ven afectados por su creciente expansión dentro del resto del mundo.

Por su parte al interior de G20 también hay fuertes discusiondes que pueden ser puntos de agenda más intensos. El debate sobre la propuesta europea de aplicar medidas impositivas a los bancos como una forma de que contribuyan con la carga fiscal que ocasionara los procesos de rescate financiero internos y externos ha sido ampliamente rechazada por Canadá y Japón, que señalan que ello ocasionara el encarecimiento del crédito afectando la reactivación del mismo, condición indispensable para reimpulsar la recuperación económica.

Europa ha insistido en revertir las políticas fiscales expansivas que se implementaron por la emergencia financiera para reactivar el crecimiento en 2009, porque han acentuado los déficit públicos que han sido el origen del endeudamiento desbordado de algunos países como Grecia. En contrapartida, EUA plantea que el retiro de los estímulos fiscales o de los incrementos de impuestos (IVA) debe ser paulatino para no abortar el proceso de recuperación y evitar la recaída de la economía mundial en el corto plazo. Esto es, consideran que hay que consolidar el crecimiento en el corto plazo, antes de retirar los estímulos fiscales y monetarios.

En este debate ha entrado el multifacético inversionista George Soros criticando la disciplina fiscal que pretende aplicar el gobierno alemán de Ángela Merkel que podría afectar la reactivación de su economía, así como de los socios comerciales de Europa Central que dependen en gran medida del dinamismo de su economía. Esta política también ha sido secundada por el nuevo gobierno conservador británico que plantea un presupuesto muy austero reduciendo drásticamente el gasto social e incrementando el IVA al 20%.

Soros alerta acertadamente sobre los daños colaterales de dichas políticas restrictivas al propiciar el resurgimiento de sentimientos xenofóbicos en Europa al culparse a los extranjeros del desempleo y de las carencias de los servicios educativos y de salud.

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