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Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal (FED), se encuentra atrapado entre dos fuegos: por un lado los ortodoxos lo acusan de manera indirecta y más bien con alusiones de cometer el mismo error que su predecesor, Alan Greenspan, de mantener demasiado tiempo las tasas de interés muy bajas, incluso algunos de ellos han sido los gobernadores de los distritos de Dallas y Kansas.
En sentido contrario, economistas como Paul Krugman, lo critican por lo contrario, no hacer demasiado e incluso de haberse paralizado ante la precisión de los “halcones” y hacer movimientos contradictorios o incluso tímidos. Por ejemplo, cedió a la presión de ya no seguir comprando más hipotecas de las que estaba generando. En marzo pasado, la Fed dejó de comprar valores garantizados por hipotecas y deuda del Tesoro estadounidense con la intención de mantener bajas las tasas de interés de largo plazo, y comenzó a hablar de “una estrategia de salida” en consonancia con los planteamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI), más cercano a la idea de que la emergencia ya había pasado.
Sin embargo, la Fed dio marcha atrás a la “estrategia de salida” porque la recuperación ha sido más modesta de lo anticipado” por lo que mandó el mensaje de que mantendrá más tiempo las tasas de referencia (corto plazo) sin cambio, y sobre todo que tratará de evitar que se reduzca su enorme cartera de valores reinvirtiendo los fondos procedentes de las hipotecas vencidas en bonos del Tesoro de Estados Unidos (EE.UU).
En una situación cercana a la “trampa de la liquidez” la política monetaria es muy poco efectiva, por lo que los esfuerzos de la recuperación dependen de una política fiscal expansiva. El punto es que los Republicanos han presionado con la alarma del déficit público, por lo que han buscado que se revierta más rápido el paquete de apoyo económico aprobado en febrero de 2009.
Así los mercados accionarios que se mueven en función de las expectativas de recuperación se cayeron la semana pasada, porque el cambio de perspectiva económica a la baja de la Fed, tuvo resonancia con las malas cifras económicas de coyuntura de EE.UU. y de China (menor ritmo de crecimiento de sus importaciones). Los republicanos apuestan a que la situación económica desfavorable va a generar un gran voto de castigo en contra de los demócratas en noviembre próximo cuando se realicen las elecciones intermedias.
En este, sentido más bien el que se encuentra paralizado es Barack Obama que no ha denunciado que los republicanos han obstaculizado la recuperación, y más aún ha respaldado sus exhortos de “presupuesto responsable”. Incluso, han vendido la idea que el déficit público se expandirá por la reforma al régimen de seguridad social, por lo que hay que revertir esta victoria política de Obama.
Pareciera que quienes hicieron el guión de la serie norteamericana “24 Horas” de “Jack Bauer” se hubiesen inspirado en la actual administración. Un Presidente que le hace más caso a sus asesores económicos de reducir el déficit público que a quienes advierten que la recuperación no se ha consolidado, que se aleja de los compromisos sociales y políticos, que se encuentra bloqueado por los grupos más conservadores de su partido y que abandona sus promesas de campaña para no ser cuestionado por los grandes intereses.
Por otra parte, algunos expertos ya culpan a Obama de la próxima recesión al acusarlo de no posponer los recortes permanentes de impuestos de su antecesor George Bush que vencen en el 2011. Es preferible el recorte del gasto público que el incremento de impuestos, proclaman, lo cual tiene eco en un imaginario que clama por menos gobierno y más sector privado.
El argumento obviamente es tramposo, porque el alza de impuestos es sólo para el grupo de altos ingresos y el recorte del gasto amenaza con paralizar a los gobiernos estatales y algunos programas urgentes del Gobierno Federal que tendrían un efecto generalizado muy negativo. El problema es que Obama tiene un “spin” tan negativo que no puede hacerle ver a los sectores populares que sus reformas no son regresivas sino progresivas. La paranoia de que Obama nos lleva al “socialismo” ha penetrado tanto en la gente, que ha hecho que el Presidente tome medidas de “centro” para que no lo acusen de ello. Lo paradójico es que esas políticas de centro son tan neutras que no tienen impacto en la reactivación de la economía.
Un Presidente debilitado, con un Congreso controlado por sus opositores y con una opinión pública en contra, lo colocaría al borde de ser una figura decorativa o con la posibilidad de que el Vicepresidente deseé suplantarlo en el poder, como en la segunda temporada de “24 Horas”. Lo más absurdo es que Obama no podrá acusarlos de obstaculizar la recuperación económica, porque ha estado de acuerdo con el argumento de no disparar el déficit para tener un manejo responsable del presupuesto.
Quienes se rasgan las vestiduras criticando a Greenspan por haber mantenido las tasas de interés tan bajas son los mismos que no dijeron nada en su momento y se negaban a reconocer que había una burbuja inmobiliaria, son los mismos que se han resistido a la reforma financiera impulsada por Obama acusando al Gobierno de interferir en el libre juego del mercado, advirtiendo que los inversionistas encontrarán nuevas formas de evadir las regulaciones, son los que han rechazado la reforma de salud, porque va en contra del sistema médico privado, porque todo lo público funciona mal.
Finalmente, no debiera extrañarnos que el mercado accionario y el precio del petróleo tengan una correlación superior al 70% desde la crisis financiera. La bolsa se ha caracterizado por ser un indicador de las perspectivas de la economía por ello el índice S&P 500 es uno de los componentes de los indicadores adelantados de EE.UU. En ese mismo sentido, cuando las perspectivas de la economía decaen el precio del petróleo se reduce ante una señal de una menor demanda de energía.
Antes la lectura era al revés: un elevado precio del petróleo presagiaba una mayor inflación y por ende de mayores tasas de interés, lo que ocasionaría menor consumo e inversión y por ende una menor actividad económica. Esto no quiere decir, que precios del crudo demasiado altos sea favorable para la economía en su conjunto. El problema de muchos economistas que pontifican en los medios en sus columnas es que siguen viendo a la economía con los mismos “lentes” cuando la graduación ya no es la misma.
Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal (FED), se encuentra atrapado entre dos fuegos: por un lado los ortodoxos lo acusan de manera indirecta y más bien con alusiones de cometer el mismo error que su predecesor, Alan Greenspan, de mantener demasiado tiempo las tasas de interés muy bajas, incluso algunos de ellos han sido los gobernadores de los distritos de Dallas y Kansas.
En sentido contrario, economistas como Paul Krugman, lo critican por lo contrario, no hacer demasiado e incluso de haberse paralizado ante la precisión de los “halcones” y hacer movimientos contradictorios o incluso tímidos. Por ejemplo, cedió a la presión de ya no seguir comprando más hipotecas de las que estaba generando. En marzo pasado, la Fed dejó de comprar valores garantizados por hipotecas y deuda del Tesoro estadounidense con la intención de mantener bajas las tasas de interés de largo plazo, y comenzó a hablar de “una estrategia de salida” en consonancia con los planteamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI), más cercano a la idea de que la emergencia ya había pasado.
Sin embargo, la Fed dio marcha atrás a la “estrategia de salida” porque la recuperación ha sido más modesta de lo anticipado” por lo que mandó el mensaje de que mantendrá más tiempo las tasas de referencia (corto plazo) sin cambio, y sobre todo que tratará de evitar que se reduzca su enorme cartera de valores reinvirtiendo los fondos procedentes de las hipotecas vencidas en bonos del Tesoro de Estados Unidos (EE.UU).
En una situación cercana a la “trampa de la liquidez” la política monetaria es muy poco efectiva, por lo que los esfuerzos de la recuperación dependen de una política fiscal expansiva. El punto es que los Republicanos han presionado con la alarma del déficit público, por lo que han buscado que se revierta más rápido el paquete de apoyo económico aprobado en febrero de 2009.
Así los mercados accionarios que se mueven en función de las expectativas de recuperación se cayeron la semana pasada, porque el cambio de perspectiva económica a la baja de la Fed, tuvo resonancia con las malas cifras económicas de coyuntura de EE.UU. y de China (menor ritmo de crecimiento de sus importaciones). Los republicanos apuestan a que la situación económica desfavorable va a generar un gran voto de castigo en contra de los demócratas en noviembre próximo cuando se realicen las elecciones intermedias.
En este, sentido más bien el que se encuentra paralizado es Barack Obama que no ha denunciado que los republicanos han obstaculizado la recuperación, y más aún ha respaldado sus exhortos de “presupuesto responsable”. Incluso, han vendido la idea que el déficit público se expandirá por la reforma al régimen de seguridad social, por lo que hay que revertir esta victoria política de Obama.
Pareciera que quienes hicieron el guión de la serie norteamericana “24 Horas” de “Jack Bauer” se hubiesen inspirado en la actual administración. Un Presidente que le hace más caso a sus asesores económicos de reducir el déficit público que a quienes advierten que la recuperación no se ha consolidado, que se aleja de los compromisos sociales y políticos, que se encuentra bloqueado por los grupos más conservadores de su partido y que abandona sus promesas de campaña para no ser cuestionado por los grandes intereses.
Por otra parte, algunos expertos ya culpan a Obama de la próxima recesión al acusarlo de no posponer los recortes permanentes de impuestos de su antecesor George Bush que vencen en el 2011. Es preferible el recorte del gasto público que el incremento de impuestos, proclaman, lo cual tiene eco en un imaginario que clama por menos gobierno y más sector privado.
El argumento obviamente es tramposo, porque el alza de impuestos es sólo para el grupo de altos ingresos y el recorte del gasto amenaza con paralizar a los gobiernos estatales y algunos programas urgentes del Gobierno Federal que tendrían un efecto generalizado muy negativo. El problema es que Obama tiene un “spin” tan negativo que no puede hacerle ver a los sectores populares que sus reformas no son regresivas sino progresivas. La paranoia de que Obama nos lleva al “socialismo” ha penetrado tanto en la gente, que ha hecho que el Presidente tome medidas de “centro” para que no lo acusen de ello. Lo paradójico es que esas políticas de centro son tan neutras que no tienen impacto en la reactivación de la economía.
Un Presidente debilitado, con un Congreso controlado por sus opositores y con una opinión pública en contra, lo colocaría al borde de ser una figura decorativa o con la posibilidad de que el Vicepresidente deseé suplantarlo en el poder, como en la segunda temporada de “24 Horas”. Lo más absurdo es que Obama no podrá acusarlos de obstaculizar la recuperación económica, porque ha estado de acuerdo con el argumento de no disparar el déficit para tener un manejo responsable del presupuesto.
Quienes se rasgan las vestiduras criticando a Greenspan por haber mantenido las tasas de interés tan bajas son los mismos que no dijeron nada en su momento y se negaban a reconocer que había una burbuja inmobiliaria, son los mismos que se han resistido a la reforma financiera impulsada por Obama acusando al Gobierno de interferir en el libre juego del mercado, advirtiendo que los inversionistas encontrarán nuevas formas de evadir las regulaciones, son los que han rechazado la reforma de salud, porque va en contra del sistema médico privado, porque todo lo público funciona mal.
Finalmente, no debiera extrañarnos que el mercado accionario y el precio del petróleo tengan una correlación superior al 70% desde la crisis financiera. La bolsa se ha caracterizado por ser un indicador de las perspectivas de la economía por ello el índice S&P 500 es uno de los componentes de los indicadores adelantados de EE.UU. En ese mismo sentido, cuando las perspectivas de la economía decaen el precio del petróleo se reduce ante una señal de una menor demanda de energía.
Antes la lectura era al revés: un elevado precio del petróleo presagiaba una mayor inflación y por ende de mayores tasas de interés, lo que ocasionaría menor consumo e inversión y por ende una menor actividad económica. Esto no quiere decir, que precios del crudo demasiado altos sea favorable para la economía en su conjunto. El problema de muchos economistas que pontifican en los medios en sus columnas es que siguen viendo a la economía con los mismos “lentes” cuando la graduación ya no es la misma.