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domingo, 10 de julio de 2011

Jul 11, 2011. Alza de la gasolina: disyuntiva entre inflación y déficit público

mail: pabloail@yahoo.com.mx

El sábado 9 de julio, la gasolina registró el séptimo incremento del año de 8 centavos, por lo que la tipo Magna costará 9.32 pesos por litro. De esta forma, ha subido 5.2% en lo que va del año, mientras que la inflación general acumulada en los primeros seis meses fue de 0.30%, generando molestia entre los automovilistas, quienes han asimilado resignadamente, estos incrementos paulatinos que continuaran a lo largo del año.

El aumento de la gasolina se debe a que más del 40% de la gasolina se importa y como el precio internacional ha ido a la alza, el gobierno ha tenido que ajustar más frecuentemente el precio, a pesar de la apreciación del peso frente al dólar, porque el subsidio que pretendía otorgar, que cubre parte de la diferencia entre el precio oficial y el internacional, se ha incrementado más de lo programado. Según declaraciones de Ernesto Cordero, titular de Hacienda, el monto de los subsidios sería de 170 mil millones de pesos en 2011.

Es evidente que el gobierno mexicano no quisiera que el precio de la gasolina subiese demasiado rápido, porque ello además de que le restaría popularidad entre sectores de clase media, que son su base de apoyo, podría tener un impacto inflacionario por el efecto indirecto por mayores costos de trasporte. Por ello, es que se ha optado por los deslizamientos mensuales, para que no se resienta tan de golpe el alza.

Sin embargo, los elevados subsidios a la gasolina ha sido cuestionados por diversos organismos (OCDE, PNUD, etc.) y especialistas, porque son muy regresivos, ya que benefician preferentemente a la población de mayores ingresos. Adicionalmente, el mayor incremento de los subsidios, además de seguir emporando el déficit público, sigue alentando el uso del trasporte privado en lugar del público.

En un reporte reciente, el PNUD destaca que en 2008 se gastaron casi cuatro veces más recursos gubernamentales en subsidiar la gasolina que en todos los programas para combatir la pobreza.

La discusión del creciente subsidio a la gasolina plantea dos temas: 1) la política de precios controlados y administrados del Gobierno Federal más orientada a evitar incrementos elevados de precios (inflación reprimida), se contrapone al objetivo de equilibrar las finanzas públicas, sobre todo de cara al proceso electoral de 2012, es decir, hay una decisión en disyuntiva (trade off) entre la inflación y el menor déficit público que implica reducir el subsidio a la gasolina; y 2) ¿cuál debe ser la política para producir refinados en México?

Por una parte están quienes señalan que el país debe explotar sus ventajas comparativas e invertir más en exploración y menos en refinación, es decir, seguir como estamos e intercambiar materias primas por productos con mayor valor agregado, pero eliminando los elevados subsidios a la gasolina, que además de regresivos, empeoran sensiblemente las finanzas públicas, recortando recursos para necesidades más prioritarias de la población.

En una posición con más matices, están los que son más partidarios de que Pemex compre refinerías en Texas y desde el extranjero surta el combustible, lo que tiene la ventaja de que en el corto plazo resuelves una carencia y no se tienen que iniciar largos y costosos proyectos de inversión en México. Las desventajas de esta alternativa son que no contempla los costos de transporte, supone erróneamente que hay excedentes de refinerías en el resto del mundo y omite la circunstancia de que algunas de esas instalaciones ya son obsoletas y experimentan una elevada depreciación, además de que algunas de estas “gangas” enfrentan severas restricciones ambientales, por lo que los costos de producción tenderían a ser más elevados, en países donde los reguladores son más estrictos.

Otra alternativa es que el gobierno mexicano decida resolver el problema en el mediano y largo plazo construyendo más refinerías en México. Sin embargo, está claro que no quiere impulsar esta opción con el actual marco jurídico. En una gira reciente por Europa, el presidente Calderón declaró que estaba insatisfecho con la anterior reforma petrolera, que no permitía inversión privada en la industria petroquímica primaria. Adicionalmente, es evidente la táctica dilatoria para la construcción de una planta de refinación en Tula. Primero, se decidió someter a concurso el lugar de instalación politizando y confrontando a los gobiernos estatales, cuando la decisión pudo haberse tomado desde un principio, por consideraciones técnico-económicas.

Posteriormente, una vez ya tomada la decisión, el proyecto se ha ido postergando por diversas consideraciones, que van desde un proceso burocrático en la toma de decisiones, hasta los elevados costos de subcontratación, puesto que Pemex-Refinación ha sido el área más descuidada de la paraestatal y se ve obligada a contratar proceso productivos con empresas privadas nacionales y extranjeras, que vuelve muy complejo cualquier avance.

Algunos expertos en la industria petrolera creen que el actual gobierno no tiene la voluntad política para aplicar la reciente reforma petrolera, por lo que PEMEX sigue funcionando inercialmente, con deficiencias crónicas de funcionamiento corporativo, mala administración, corrupción y paralizada por la imposibilidad de tomar decisiones asertivas, atrapada por una maraña burocrática impresionante donde prevalecen los intereses creados de los proveedores de la paraestatal y ahorcada fiscalmente por la necesidad de recursos para las finanzas públicas.

Lo más paradójico de esta historia de displicencia para implementar la reforma energética aprobada en 2008, es que, cuando el próximo gobierno tenga voluntad para hacerlo, tal vez México ya no tenga el nivel de reservas petrolera necesaria para aprovechar esa ventaja comparativa que tuvimos en el pasado, gracias al agotamiento prematuro de los yacimientos petroleros provocado por la sobreexplotación de los mismos y especialmente en los últimos diez años.

Los automovilistas mexicanos podrán seguir gozando de un precio más bajo de la gasolina que en el extranjero en el corto plazo, lo que ayudará sin duda a que la inflación sea baja y a que la popularidad de nuestros gobernantes no se vea afectada. Sin embargo, a medida que los subsidios a la gasolina sigan creciendo, el deslizamiento del precio tendrá que ampliarse, aunque ello tal vez sucederá hasta julio de 2012, pasadas las elecciones. Sin embargo, “no se podrá seguir nadando de muertito” por mucho tiempo y una reforma fiscal tendrá que llegar más pronto que tarde, porque el “colchón” de los recursos petroleros se agotará en algún momento.

jueves, 5 de mayo de 2011

Mayo 5, 2011: El déficit público de Estados Unidos y la advertencia de Standard & Poor’s


pabloail@yahoo.com.mx

El lunes de Semana Santa la calificadora Standard & Poor’s puso en perspectiva negativa la calificación de deuda soberana de Estados Unidos (EUA). Esta medida, si bien era previsible no dejo de causar cierta sorpresa en virtud de que se había establecido por convención que esta deuda siempre estaría libre de riesgo.

Desde hacía tiempo, diversos expertos en el tema había advertido sobre la necesidad de que Estados Unidos comenzara a corregir el déficit público creciente. Por ejemplo, en un estudio publicado por la OCDE en noviembre pasado se recomendaba una reforma fiscal para que se incrementaran los ingresos tributarios. Las proyecciones eran bastante preocupantes, a pesar de que suponía erróneamente que la enmienda de reducción de impuestos que comenzó en 2001 y concluiría en 2010, no sería prorrogada.

Previó al anuncio de S&P, Barack Obama había pronunciado un discurso donde acusaba a los representantes republicanos de bloquear la aprobación del presupuesto y hacia un exhorto a realizar una reforma fiscal urgente. La respuesta de sus opositores fue que más que buscar aumentar impuestos debería de dar reversa a la ley de salud por los impactos presupuestales desfavorables. Al parecer Obama ha decido “rasurar” el presupuesto para el sistema de salud y otros gastos sociales para enfrentar el creciente déficit fiscal.

Entre 1996 y 2001, EUA estaba una situación de superávit público, es decir, los ingresos eran superiores a los gastos. En el 2000, los ingresos se acercaban al 21% del PIB y los egresos al 18%. Esto se debía a que habiendo sido el ganador de la guerra fría, la potencia mundial podía comenzar a reducir su gasto militar y por otra parte la economía se encontraba en el ciclo expansivo de su historia registrando crecimientos elevados apoyados en la nueva economía que había estimulado la productividad.

Sin embargo, el desplome de los mercados bursátiles con el estallido de la burbuja especulativa provocada por la fiebre de las empresas punto.com, generó un enorme descalabro provocando un efecto “riqueza negativo” que metió a la economía norteamericana en una recesión económica que comenzó en marzo de 2001, por lo que el presidente George Bush conseguiría el apoyo del Congreso para que decretara una reducción generalizada de impuestos que beneficiaba preferentemente de más altos ingresos para amortiguar dicho efecto. Posteriormente, el ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre dañaría severamente la confianza y volvería a disparar el gasto militar de manera vertiginosa. La Reserva Federal (Fed) se sumaría a la tarea de reactivar la economía reduciendo de manera agresiva las tasas de interés.

Una gráfica histórica de los ingresos y gastos como porcentaje del PIB de EUA desde 1971 hasta las proyecciones del 2011, nos muestra como los gastos se disparan en 2008 como consecuencia del rescate financiero y como se dispara a un más en 2009 con el programa de estímulo al punto que los gastos representaban 25% del PIB y los ingresos 15%. De esta forma el déficit fue de $1.4 billones en 2009, el mayor desde 1945, y de $1.3 billones en 2010, representando respectivamente 10.0% y 8.9% del PIB.

En abril pasado, la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO por sus siglas en inglés) difundió un Análisis de la Propuesta Presupuestaria del Presidente para el año fiscal 2012. En este documento la CBO señala que la propuesta del Presidente si fuese aprobada implicaría un déficit mayor al del escenario base que ya tenía contemplado. En 2011 el déficit representaría 9.5% del PIB y 7.4% en 2012. Si bien se reduciría hasta 4.1% del PIB, volvería a subir hasta 4.9% del PIB en 2021. Las proyecciones del CBO son más conservadoras que las del Presidente.

Si bien la CBO reconoce que entre 2012 y 2016 la propuesta del mandatario estimularía el PIB en el corto plazo por un incremento del ingreso disponible ocasionado por las reducciones de impuestos; posteriormente, ésta reduciría el producto, porque los efectos crecientes de la deuda gubernamental más que compensaría los efectos estimulantes de menores tasas marginales de impuestos. De esta forma el CBO estima que la propuesta del Presidente reduciría el PIB real en relación a su escenario base entre 0.1 y 1.7 en el periodo de 2017 y de 0.7 y 3.8% en el largo plazo.

Cabe hacer hincapié que la CBO ha reiterado que el enorme incremento de la deuda, más el alza en las tasas de interés derivado de la recuperación de la fortaleza de la economía, el pago de intereses de la deuda se disparara al cielo en la próxima década. También han insistido en que el envejecimiento de la población y los crecientes costos de los servicios de salud empujaran los gastos como porcentaje del PIB. La seguridad social se incrementara de alrededor del 10% del PIB en 2011 a por arriba del 16% los próximos 25 años.

Es decir, pareciera que la CBO apoya de manera implícita la posición de los republicanos, a pesar de que ha hecho alusiones de que no está de acuerdo con la continuación de los recortes de impuestos. No hay una reflexión sobre la seguridad social es un gasto necesario para mantener el bienestar de la población y se olvida que la política fiscal podría ayudar a mejorar la distribución del ingreso y mejorar la justicia social en un país amenazado por la descomposición social. En lugar de ello, Obama motivado por la mayor popularidad por la eliminación de Ben Laden, estaría tentado a incrementar el gasto militar, reducir el gasto social y recortar los impuestos, aunque ello deje a EUA en una crisis fiscal en el mediano plazo.

¿Reducirá S&P la calificación de EUA? No lo creo, porque está interpretara que la reducción del presupuesto del Medicare y Medicaid y el Seguro de Salud de los Niños es lo correcto, a pesar de que eso no reduzca realmente el déficit público? ¿Qué quiero decir con esto? Que la discusión de las finanzas públicas en EUA y en los organismos internacionales está ideologizada porque ubican el problema en los gastos sociales y no en los enormes costos del rescate financiero y en la política fiscal tan regresiva que hay en EUA. Pero esto no debiera de extrañarnos porque también sucede en México.

lunes, 16 de agosto de 2010

Agosto 16, 2010: La Reserva Federal reconsidera su decisión sobre deshacerse de hipotecas

Pablo Álvarez Icaza Longoria
mailto: pabloail@yahoo.com.mx

Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal (FED), se encuentra atrapado entre dos fuegos: por un lado los ortodoxos lo acusan de manera indirecta y más bien con alusiones de cometer el mismo error que su predecesor, Alan Greenspan, de mantener demasiado tiempo las tasas de interés muy bajas, incluso algunos de ellos han sido los gobernadores de los distritos de Dallas y Kansas.

En sentido contrario, economistas como Paul Krugman, lo critican por lo contrario, no hacer demasiado e incluso de haberse paralizado ante la precisión de los “halcones” y hacer movimientos contradictorios o incluso tímidos. Por ejemplo, cedió a la presión de ya no seguir comprando más hipotecas de las que estaba generando. En marzo pasado, la Fed dejó de comprar valores garantizados por hipotecas y deuda del Tesoro estadounidense con la intención de mantener bajas las tasas de interés de largo plazo, y comenzó a hablar de “una estrategia de salida” en consonancia con los planteamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI), más cercano a la idea de que la emergencia ya había pasado.

Sin embargo, la Fed dio marcha atrás a la “estrategia de salida” porque la recuperación ha sido más modesta de lo anticipado” por lo que mandó el mensaje de que mantendrá más tiempo las tasas de referencia (corto plazo) sin cambio, y sobre todo que tratará de evitar que se reduzca su enorme cartera de valores reinvirtiendo los fondos procedentes de las hipotecas vencidas en bonos del Tesoro de Estados Unidos (EE.UU).

En una situación cercana a la “trampa de la liquidez” la política monetaria es muy poco efectiva, por lo que los esfuerzos de la recuperación dependen de una política fiscal expansiva. El punto es que los Republicanos han presionado con la alarma del déficit público, por lo que han buscado que se revierta más rápido el paquete de apoyo económico aprobado en febrero de 2009.

Así los mercados accionarios que se mueven en función de las expectativas de recuperación se cayeron la semana pasada, porque el cambio de perspectiva económica a la baja de la Fed, tuvo resonancia con las malas cifras económicas de coyuntura de EE.UU. y de China (menor ritmo de crecimiento de sus importaciones). Los republicanos apuestan a que la situación económica desfavorable va a generar un gran voto de castigo en contra de los demócratas en noviembre próximo cuando se realicen las elecciones intermedias.

En este, sentido más bien el que se encuentra paralizado es Barack Obama que no ha denunciado que los republicanos han obstaculizado la recuperación, y más aún ha respaldado sus exhortos de “presupuesto responsable”. Incluso, han vendido la idea que el déficit público se expandirá por la reforma al régimen de seguridad social, por lo que hay que revertir esta victoria política de Obama.

Pareciera que quienes hicieron el guión de la serie norteamericana “24 Horas” de “Jack Bauer” se hubiesen inspirado en la actual administración. Un Presidente que le hace más caso a sus asesores económicos de reducir el déficit público que a quienes advierten que la recuperación no se ha consolidado, que se aleja de los compromisos sociales y políticos, que se encuentra bloqueado por los grupos más conservadores de su partido y que abandona sus promesas de campaña para no ser cuestionado por los grandes intereses.

Por otra parte, algunos expertos ya culpan a Obama de la próxima recesión al acusarlo de no posponer los recortes permanentes de impuestos de su antecesor George Bush que vencen en el 2011. Es preferible el recorte del gasto público que el incremento de impuestos, proclaman, lo cual tiene eco en un imaginario que clama por menos gobierno y más sector privado.

El argumento obviamente es tramposo, porque el alza de impuestos es sólo para el grupo de altos ingresos y el recorte del gasto amenaza con paralizar a los gobiernos estatales y algunos programas urgentes del Gobierno Federal que tendrían un efecto generalizado muy negativo. El problema es que Obama tiene un “spin” tan negativo que no puede hacerle ver a los sectores populares que sus reformas no son regresivas sino progresivas. La paranoia de que Obama nos lleva al “socialismo” ha penetrado tanto en la gente, que ha hecho que el Presidente tome medidas de “centro” para que no lo acusen de ello. Lo paradójico es que esas políticas de centro son tan neutras que no tienen impacto en la reactivación de la economía.

Un Presidente debilitado, con un Congreso controlado por sus opositores y con una opinión pública en contra, lo colocaría al borde de ser una figura decorativa o con la posibilidad de que el Vicepresidente deseé suplantarlo en el poder, como en la segunda temporada de “24 Horas”. Lo más absurdo es que Obama no podrá acusarlos de obstaculizar la recuperación económica, porque ha estado de acuerdo con el argumento de no disparar el déficit para tener un manejo responsable del presupuesto.

Quienes se rasgan las vestiduras criticando a Greenspan por haber mantenido las tasas de interés tan bajas son los mismos que no dijeron nada en su momento y se negaban a reconocer que había una burbuja inmobiliaria, son los mismos que se han resistido a la reforma financiera impulsada por Obama acusando al Gobierno de interferir en el libre juego del mercado, advirtiendo que los inversionistas encontrarán nuevas formas de evadir las regulaciones, son los que han rechazado la reforma de salud, porque va en contra del sistema médico privado, porque todo lo público funciona mal.

Finalmente, no debiera extrañarnos que el mercado accionario y el precio del petróleo tengan una correlación superior al 70% desde la crisis financiera. La bolsa se ha caracterizado por ser un indicador de las perspectivas de la economía por ello el índice S&P 500 es uno de los componentes de los indicadores adelantados de EE.UU. En ese mismo sentido, cuando las perspectivas de la economía decaen el precio del petróleo se reduce ante una señal de una menor demanda de energía.

Antes la lectura era al revés: un elevado precio del petróleo presagiaba una mayor inflación y por ende de mayores tasas de interés, lo que ocasionaría menor consumo e inversión y por ende una menor actividad económica. Esto no quiere decir, que precios del crudo demasiado altos sea favorable para la economía en su conjunto. El problema de muchos economistas que pontifican en los medios en sus columnas es que siguen viendo a la economía con los mismos “lentes” cuando la graduación ya no es la misma.