Correo: pabloail@yahoo.com.mx
El 1 de diciembre de 1982 inició un nuevo Gobierno en México y también comenzó una nueva etapa en su historia forzada por la crisis económica. Al presidente Miguel de la Madrid Hurtado le tocaría administrar la crisis en esos seis largo años, que terminarían marcados por un fraude electoral para evitar que los tecnócratas fueran desplazados del poder y regresara el nacionalismo revolucionario en la figura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Los factores externos serían los que causarían los cambios políticos y económicos y el sistema proteccionista y autoritario comenzaría a ser alterado. Eran los tiempos de Ronald Reagan y su retórica antigubernamental y del surgimiento del neoliberalismo como una ideología dominante entre las élites de poder.
El 20 de diciembre de 1982 habría tres paridades cambiarias: 149.25 libre, 95.05 controlado y 70.0 especial. Paradójicamente, 12 años después en esa misma fecha se volvería a experimentar otro colapso cambiario. La inflación al consumidor cerraría diciembre en 98.84% en tasa anual y los siguientes meses rebasaría el 100%.
El gobierno aplicó un severo plan de ajuste impuesto por el FMI que incluía bajos aumentos salariales y un mayor rigor sobre el gasto público, inició un agresivo plan de privatizaciones y una campaña de renovación moral que llevó a la cárcel al siniestro jefe de la policía capitalina Arturo Durazo Moreno y al exdirector de Pemex Jorge Díaz Serrano para recuperar legitimidad.
De la Madrid restituyó en su puesto al anterior director del Banco de México, Miguel Mancera Aguayo, quien permanecería al frente del banco central hasta diciembre de 1997. La banca no regresaría a sus antiguos propietarios, pero fueron indemnizados y compensados al dárseles facilidades a algunos para fundar o ampliar casas de bolsa. De hecho se convertirían en una banca paralela y serían la base para la reprivatización en la época de Salinas. Por su parte, el sistema de pagos bajo el control del gobierno le permitió beneficiarse del señoriaje y de los pequeños ahorradores que recibieron tasas de interés reales negativas por varios años. Los bancos estatales bautizados como Sociedades Nacionales de Crédito (SNC) funcionaron en lo que cabe bastante bien y algunos de sus directores destacarían como administradores eficientes. A las empresas endeudadas en dólares, el Gobierno les ofreció un subsidio para que pudieran pagar en pesos a través de un fideicomiso (Ficorca) administrado por el Banco de México que les permitiría hacer frente a las obligaciones.
La devaluación del peso y la negativa de otorgamiento de préstamos a México por la banca internacional volcaron la estrategia de crecimiento hacia la promoción de exportaciones. La industria maquiladora vista antes con desprecio se convirtió en la estrella del momento y la zona fronteriza inició un repunte económico que propició un flujo migratorio interno muy intenso, donde el empleo en esas plantas también era visto como una parada intermedia hacia Estados Unidos.
El plan de choque ayudó a reducir la inflación en 1983 a 80.78%, pero a costa de una caída del PIB de 4.2% (3.5% con la nueva base). ¿Por qué será que con los cambios de metodología siempre se “maquillan” las cifras en México? Mientras tanto los “señores ministros” declaraban que el salario mínimo no era tan malo si varios miembros de la familia chambeaban. La respuesta popular fue contundente: “salario mínimo al presidente para que vea lo que se siente” ejemplificada en una inolvidable caricatura de Naranjo apoyando la campaña del registro del Partido Mexicano de los Trabajadores.
El gobierno de De la Madrid seguía asfixiado financieramente. Lo que ganaba con privatizaciones y recortes presupuestales, lo perdía con el costo exorbitante de la deuda externa. La economía seguía funcionando, pero porque hacían su incursión los ingresos provenientes del narcotráfico con un enorme y escandaloso lavadero de dinero. Los grupos militares y paramilitares que había tenido toda la impunidad oficial para reprimir a grupos guerrilleros de izquierda en la década de los setentas, la aprovechaban ahora para hacer florecer el negocio de la siembra y el tráfico de drogas procedente del extranjero.
El temblor del 85 exhibió la incapacidad de respuesta del gobierno y generó el surgimiento de una espontánea sociedad civil que sería la base de las protestas gubernamentales de los siguientes años. La incorporación de nuevos productores de petróleo ocasionó el desplome de los precios del crudo en 1986 al generarse una sobreoferta mundial. La OPEP estaba decidida a disciplinar a los nuevos productores independientes como México, Inglaterra y Noruega que les estaban quitando mercado con una guerra de precios bajos, que era gustosamente bienvenida por los países consumidores que se veían beneficiados por gasolina barata y una menor inflación.
La economía mexicana estaba fuertemente petrolizada tanto por el lado de las exportaciones como de las finanzas públicas: la caída de la factura petrolera provocó la devaluación del peso y el regreso de la inflación cerrando en 105.75 en 1986. El PIB se redujo 3.1% con la base 1993=100 (3.8% con la anterior). El poder adquisitivo del salario seguía empeorando y el descontento popular incrementándose. Ante un entorno económico tan complicado, México decide elevar la apuesta por la apertura comercial y pide su incorporación al GATT en 1986, luego de que seis años atrás había rechazado la invitación hecha para que se incorporara al acuerdo comercial.
En el plano político, mientras tanto, un astuto y maquiavélico Secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, mediante una serie de intrigas palaciegas se deshacía de sus contrincantes en el Gabinete y se iba perfilando como el candidato único del partido oficial y por ende seguro futuro Presidente de la República al ir colocando a sus aliados en las diversas secretarias de estado.
Salinas convence con la ayuda de distinguidos académicos a de la Madrid de que la mejor manera de evitar una crisis sexenal era anticipar una serie de movimientos antes de que comenzara la especulación de fines de sexenio. Se devalúa sorpresivamente el peso un viernes 19 de noviembre de 1987 de 1,700 a 2,258 pesos. A finales de 1987, se crea el Pacto de Solidaridad Económica (PSE) entre los organismos privados, sindicalismo oficial y gobierno para acordar las alzas de precios, tarifas y salarios y frenar la espiral inflacionaria que ese año terminaba en 159.17% comprometiéndose el gobierno a no volver a devaluar y a respetar los aumentos de precios y tarifas de bienes y servicios públicos.
El tipo de cambio subvaluado contribuiría a fomentar las exportaciones. En 1988, se decide usar paridad cambiaria como ancla antiinflacionaria siguiendo la estrategia de planes heterodoxos aplicados en América Latina para enfrentar la hiperinflación. En México, la inflación en 1988 cierra en 51.66% y el PIB crecía a pesar de todo 1.2% ese año. Sin embargo, la severa aplicación de las políticas de ajuste, habían generado un fuerte resentimiento en los sectores populares que votarían por Cárdenas en julio de ese año. Anteriormente, de la Madrid había evitado que la derecha ganara la gubernatura en Chihuahua en 1986 con el denominado “fraude patriótico”, ahora no permitiría que los “populistas” regresaran al poder y echaran por la borda todo el sacrificio hecho en su sexenio. Cárdenas le pide a sus partidarios a que depongan las protestas para evitar un derramamiento de sangre y llama a hacer una “revolución democrática”.
Salinas logra consolidarse en el poder con una serie de audaces decisiones. Renegoció la deuda externa que le permite aligerar la presión presupuestal, desde el principio de su gobierno desarticula la oposición de la derecha al comprometerse a aplicar varias de sus propuestas en su programa de gobierno. Dio golpes mediáticos espectaculares: mete a La Quina a la cárcel y a algunos casabolseros acusados de manejos indebidos en la crisis bursátil de 1987; restablece el control de sindicatos oficiales que estaban coqueteando con Cárdenas impulsando a líderes emergentes (Elba Esther Gordillo), consigue el apoyo de la Iglesia Católica a cambio del reconocimiento legal, entre otras medidas. Las políticas de ajuste habían generado mayor pobreza en el país. Salinas comprende esta situación y establece un sistema clientelar de subsidios con el apoyo de las comunidades, Solidaridad, que le permite recuperar el apoyo popular a su gobierno.
El gobierno salinista estaba convencido que si lograba cambiar la percepción de los agentes económicos clave del país, se irían generando expectativas optimistas que crearían un ambiente favorable para reactivar la inversión privada, lo que impulsaría el crecimiento económico y traería bienestar a la población. En tres años, los índices de popularidad de Salinas estaban por los cielos y en las elecciones de 1991 el PRI vuelve a arrasar en las elecciones de diputados federales como en los viejos tiempos. Con una Cámara de Diputados bajo control, Salinas aplica una serie de reformas estructurales como la privatización de la banca mediante un sistema de subastas, reforma el artículo 27 Constitucional para abrir la posibilidad de la privatización de los Ejidos; reclasifica la petroquímica primaria para permitir mayor inversión privada, que no estaba prohibida en la petroquímica secundaria.
En campaña había prometido que no impulsaría un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Sin embargo, cuando la recesión económica se desencadenó en 1990, las medidas proteccionistas amenazaban el flujo de las exportaciones mexicanas. El sistema generalizado de preferencias había que estarlo renovando permanentemente. Los asesores del Presidente le sugieren sumarnos al de EU-Canadá. La propuesta sorprendía a la opinión pública. La ilusión de que seriamos socios y por fin integrantes del Primer Mundo pronto generó un respaldo mayoritario, que se fortalecía con la invitación a ser miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Los nuevos banqueros buscando recuperar muy pronto su inversión, otorgaban créditos de manera generalizada y sin control; el gobierno reducía el IVA de 15 al 10% y comenzaba a financiarse cada vez más con Tesobonos (deuda interna respaldada en dólares), la afluencia de capitales obligaba al Banco de México a esterilizar esa enorme entrada de recursos, pero prometiendo tasas de interés elevadas. El Secretario de Comercio de la época declaraba que “la mejor política industrial es la que no existe”. Pero, todo dependía de que el tipo de cambio no se devaluara.
El 1 de diciembre de 1982 inició un nuevo Gobierno en México y también comenzó una nueva etapa en su historia forzada por la crisis económica. Al presidente Miguel de la Madrid Hurtado le tocaría administrar la crisis en esos seis largo años, que terminarían marcados por un fraude electoral para evitar que los tecnócratas fueran desplazados del poder y regresara el nacionalismo revolucionario en la figura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Los factores externos serían los que causarían los cambios políticos y económicos y el sistema proteccionista y autoritario comenzaría a ser alterado. Eran los tiempos de Ronald Reagan y su retórica antigubernamental y del surgimiento del neoliberalismo como una ideología dominante entre las élites de poder.
El 20 de diciembre de 1982 habría tres paridades cambiarias: 149.25 libre, 95.05 controlado y 70.0 especial. Paradójicamente, 12 años después en esa misma fecha se volvería a experimentar otro colapso cambiario. La inflación al consumidor cerraría diciembre en 98.84% en tasa anual y los siguientes meses rebasaría el 100%.
El gobierno aplicó un severo plan de ajuste impuesto por el FMI que incluía bajos aumentos salariales y un mayor rigor sobre el gasto público, inició un agresivo plan de privatizaciones y una campaña de renovación moral que llevó a la cárcel al siniestro jefe de la policía capitalina Arturo Durazo Moreno y al exdirector de Pemex Jorge Díaz Serrano para recuperar legitimidad.
De la Madrid restituyó en su puesto al anterior director del Banco de México, Miguel Mancera Aguayo, quien permanecería al frente del banco central hasta diciembre de 1997. La banca no regresaría a sus antiguos propietarios, pero fueron indemnizados y compensados al dárseles facilidades a algunos para fundar o ampliar casas de bolsa. De hecho se convertirían en una banca paralela y serían la base para la reprivatización en la época de Salinas. Por su parte, el sistema de pagos bajo el control del gobierno le permitió beneficiarse del señoriaje y de los pequeños ahorradores que recibieron tasas de interés reales negativas por varios años. Los bancos estatales bautizados como Sociedades Nacionales de Crédito (SNC) funcionaron en lo que cabe bastante bien y algunos de sus directores destacarían como administradores eficientes. A las empresas endeudadas en dólares, el Gobierno les ofreció un subsidio para que pudieran pagar en pesos a través de un fideicomiso (Ficorca) administrado por el Banco de México que les permitiría hacer frente a las obligaciones.
La devaluación del peso y la negativa de otorgamiento de préstamos a México por la banca internacional volcaron la estrategia de crecimiento hacia la promoción de exportaciones. La industria maquiladora vista antes con desprecio se convirtió en la estrella del momento y la zona fronteriza inició un repunte económico que propició un flujo migratorio interno muy intenso, donde el empleo en esas plantas también era visto como una parada intermedia hacia Estados Unidos.
El plan de choque ayudó a reducir la inflación en 1983 a 80.78%, pero a costa de una caída del PIB de 4.2% (3.5% con la nueva base). ¿Por qué será que con los cambios de metodología siempre se “maquillan” las cifras en México? Mientras tanto los “señores ministros” declaraban que el salario mínimo no era tan malo si varios miembros de la familia chambeaban. La respuesta popular fue contundente: “salario mínimo al presidente para que vea lo que se siente” ejemplificada en una inolvidable caricatura de Naranjo apoyando la campaña del registro del Partido Mexicano de los Trabajadores.
El gobierno de De la Madrid seguía asfixiado financieramente. Lo que ganaba con privatizaciones y recortes presupuestales, lo perdía con el costo exorbitante de la deuda externa. La economía seguía funcionando, pero porque hacían su incursión los ingresos provenientes del narcotráfico con un enorme y escandaloso lavadero de dinero. Los grupos militares y paramilitares que había tenido toda la impunidad oficial para reprimir a grupos guerrilleros de izquierda en la década de los setentas, la aprovechaban ahora para hacer florecer el negocio de la siembra y el tráfico de drogas procedente del extranjero.
El temblor del 85 exhibió la incapacidad de respuesta del gobierno y generó el surgimiento de una espontánea sociedad civil que sería la base de las protestas gubernamentales de los siguientes años. La incorporación de nuevos productores de petróleo ocasionó el desplome de los precios del crudo en 1986 al generarse una sobreoferta mundial. La OPEP estaba decidida a disciplinar a los nuevos productores independientes como México, Inglaterra y Noruega que les estaban quitando mercado con una guerra de precios bajos, que era gustosamente bienvenida por los países consumidores que se veían beneficiados por gasolina barata y una menor inflación.
La economía mexicana estaba fuertemente petrolizada tanto por el lado de las exportaciones como de las finanzas públicas: la caída de la factura petrolera provocó la devaluación del peso y el regreso de la inflación cerrando en 105.75 en 1986. El PIB se redujo 3.1% con la base 1993=100 (3.8% con la anterior). El poder adquisitivo del salario seguía empeorando y el descontento popular incrementándose. Ante un entorno económico tan complicado, México decide elevar la apuesta por la apertura comercial y pide su incorporación al GATT en 1986, luego de que seis años atrás había rechazado la invitación hecha para que se incorporara al acuerdo comercial.
En el plano político, mientras tanto, un astuto y maquiavélico Secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, mediante una serie de intrigas palaciegas se deshacía de sus contrincantes en el Gabinete y se iba perfilando como el candidato único del partido oficial y por ende seguro futuro Presidente de la República al ir colocando a sus aliados en las diversas secretarias de estado.
Salinas convence con la ayuda de distinguidos académicos a de la Madrid de que la mejor manera de evitar una crisis sexenal era anticipar una serie de movimientos antes de que comenzara la especulación de fines de sexenio. Se devalúa sorpresivamente el peso un viernes 19 de noviembre de 1987 de 1,700 a 2,258 pesos. A finales de 1987, se crea el Pacto de Solidaridad Económica (PSE) entre los organismos privados, sindicalismo oficial y gobierno para acordar las alzas de precios, tarifas y salarios y frenar la espiral inflacionaria que ese año terminaba en 159.17% comprometiéndose el gobierno a no volver a devaluar y a respetar los aumentos de precios y tarifas de bienes y servicios públicos.
El tipo de cambio subvaluado contribuiría a fomentar las exportaciones. En 1988, se decide usar paridad cambiaria como ancla antiinflacionaria siguiendo la estrategia de planes heterodoxos aplicados en América Latina para enfrentar la hiperinflación. En México, la inflación en 1988 cierra en 51.66% y el PIB crecía a pesar de todo 1.2% ese año. Sin embargo, la severa aplicación de las políticas de ajuste, habían generado un fuerte resentimiento en los sectores populares que votarían por Cárdenas en julio de ese año. Anteriormente, de la Madrid había evitado que la derecha ganara la gubernatura en Chihuahua en 1986 con el denominado “fraude patriótico”, ahora no permitiría que los “populistas” regresaran al poder y echaran por la borda todo el sacrificio hecho en su sexenio. Cárdenas le pide a sus partidarios a que depongan las protestas para evitar un derramamiento de sangre y llama a hacer una “revolución democrática”.
Salinas logra consolidarse en el poder con una serie de audaces decisiones. Renegoció la deuda externa que le permite aligerar la presión presupuestal, desde el principio de su gobierno desarticula la oposición de la derecha al comprometerse a aplicar varias de sus propuestas en su programa de gobierno. Dio golpes mediáticos espectaculares: mete a La Quina a la cárcel y a algunos casabolseros acusados de manejos indebidos en la crisis bursátil de 1987; restablece el control de sindicatos oficiales que estaban coqueteando con Cárdenas impulsando a líderes emergentes (Elba Esther Gordillo), consigue el apoyo de la Iglesia Católica a cambio del reconocimiento legal, entre otras medidas. Las políticas de ajuste habían generado mayor pobreza en el país. Salinas comprende esta situación y establece un sistema clientelar de subsidios con el apoyo de las comunidades, Solidaridad, que le permite recuperar el apoyo popular a su gobierno.
El gobierno salinista estaba convencido que si lograba cambiar la percepción de los agentes económicos clave del país, se irían generando expectativas optimistas que crearían un ambiente favorable para reactivar la inversión privada, lo que impulsaría el crecimiento económico y traería bienestar a la población. En tres años, los índices de popularidad de Salinas estaban por los cielos y en las elecciones de 1991 el PRI vuelve a arrasar en las elecciones de diputados federales como en los viejos tiempos. Con una Cámara de Diputados bajo control, Salinas aplica una serie de reformas estructurales como la privatización de la banca mediante un sistema de subastas, reforma el artículo 27 Constitucional para abrir la posibilidad de la privatización de los Ejidos; reclasifica la petroquímica primaria para permitir mayor inversión privada, que no estaba prohibida en la petroquímica secundaria.
En campaña había prometido que no impulsaría un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Sin embargo, cuando la recesión económica se desencadenó en 1990, las medidas proteccionistas amenazaban el flujo de las exportaciones mexicanas. El sistema generalizado de preferencias había que estarlo renovando permanentemente. Los asesores del Presidente le sugieren sumarnos al de EU-Canadá. La propuesta sorprendía a la opinión pública. La ilusión de que seriamos socios y por fin integrantes del Primer Mundo pronto generó un respaldo mayoritario, que se fortalecía con la invitación a ser miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Los nuevos banqueros buscando recuperar muy pronto su inversión, otorgaban créditos de manera generalizada y sin control; el gobierno reducía el IVA de 15 al 10% y comenzaba a financiarse cada vez más con Tesobonos (deuda interna respaldada en dólares), la afluencia de capitales obligaba al Banco de México a esterilizar esa enorme entrada de recursos, pero prometiendo tasas de interés elevadas. El Secretario de Comercio de la época declaraba que “la mejor política industrial es la que no existe”. Pero, todo dependía de que el tipo de cambio no se devaluara.