Mostrando entradas con la etiqueta Inseguridad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Inseguridad. Mostrar todas las entradas

domingo, 10 de abril de 2011

Abril 10, 2011: Del desarrollo estabilizador a la estabilización sin desarrollo en México (quinta parte)


El segundo semestre de 2006 fue verdaderamente conflictivo política y socialmente en México, al punto de estar amenazada la gobernabilidad del país. Unas elecciones presidenciales muy cerradas y la negativa de las autoridades electorales a realizar un recuento de votos por no haber la obligatoriedad legal, pero sobre todo, la falta de voluntad política, exacerbó los ánimos. Los seguidores de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) bloquearon el Paseo de la Reforma dos meses y medio, quienes ante la negativa de aceptar el fallo del Tribunal Federal Electoral del Poder Judicial de la Federación habían decidido radicalizar la resistencia civil.

En Oaxaca, la decisión del gobernador Ulises Ruiz de acabar con las protestas de los maestros en junio mediante el uso de la fuerza pública, provocó un amplio movimiento popular que buscaba su renuncia. En el resto del país, los diversos grupos del narcotráfico y de la delincuencia organizada aprovechaban la coyuntura de un gobierno federal debilitado y concentrado en resolver la problemática de la transición sexenal para consolidar su poder en amplias regiones como un efectivo poder paralelo.

La necesidad de legitimarse y de consolidarse en el poder, obligó al entonces presidente electo, Felipe Calderón Hinojosa a negociar el respaldo del PRI, que estaba dispuesto a otorgarle su reconocimiento a cambio de cogobernar desde el poder legislativo y las gubernaturas estatales y que el PAN rechazara los juicios políticos en contra de los gobernadores de Puebla y Oaxaca. Se repetía la historia del sexenio salinista, pero con intercambio de roles entre el PAN y el PRI, luego de una crisis postelectoral. De nueva cuenta el país quedaba en medio del encono y la falta de consensos para construir un proyecto nacional.

El 1 de diciembre de 2006 ocurría un hecho inédito en la historia. A las 0:00 hrs. el presidente Calderón flanqueado por los Secretarios de la Defensa Nacional y de la Marina anunciaba que asumía el cargo desde ese momento. El hecho resultaría emblemático para el resto del sexenio, puesto que gobernaría y ejercería su autoridad con el respaldo de las fuerzas armadas de manera activa, rompiéndose la regla establecida desde mediados del siglo XX, de que los militares no intervendrían en asuntos políticos. El mensaje disuasivo a AMLO era muy claro y contundente, quien tuvo que exhortar a sus seguidores a que mantuvieran la calma y se replegaran.

El gabinete se conformó con la lógica del pago de compromisos y del premio al círculo cercano conformado por una tecnocracia de doctorados en el extranjero, que con gran prepotencia e inexperiencia estaban deseosos de ejercer el mando generando situaciones de conflicto, que llevaron a las renuncias de varios secretarios pasado el año. Sólo habría lugar para el primer círculo del Presidente y los incondicionales; ante la disyuntiva de capacidad o lealtad, ésta prevalecería.

Sin embargo, económicamente las cosas no iban tan mal. El PIB creció 5.1%, la inflación repuntaba, pero cerraba el año en 4.05%, la economía de Estados Unidos ayudaba a un favorable desempeño de las exportaciones. Los organismos internacionales otorgaban el beneplácito al nombramiento del nuevo Secretario de Hacienda, Agustín Carstens, que había sido adelantado para tranquilizarlos. En ese tiempo se comentaba que los extranjeros veían con más optimismo el futuro del país que los mexicanos.

En la segunda semana de diciembre de 2006, se lanza un operativo masivo del ejército en Michoacán y otro un mes después en ciudad Juárez. El llegar a poner orden fue recompensado en ese momento en alza en los niveles de aprobación del Presidente. Sin embargo, aunque la estrategia era redituable en el corto plazo, exhibiría sus limitaciones, porque los traslados no podían ser permanentes y las plazas eran recuperadas por los grupos de la delincuencia organizada, que contraatacaba en otros puntos del país, ampliando la zona de conflicto. En un principio, el gobierno federal festinaba el efecto “cucaracha” como una muestra de la efectividad. Asumía el hecho de que habría “daños colaterales”; sin embargo, estos fueron creciendo más allá de lo que se había previsto. A finales de marzo de 2011, los especialistas del sector privado encuestados por Banco de México consideraban a la inseguridad pública como el factor que más podría limitar el crecimiento en los siguientes seis meses.

En 2007, Calderón impulsaba activamente las relaciones internacionales. Fundamentalmente, trataba de fortalecer la inversión extranjera y el comercio vendiendo la idea de que su gobierno no era como el resto de la izquierda latinoamericana, donde no había garantías para la inversión foránea. Anticipaba la promesa de que lograría sacar adelante varias reformas estructurales que estaban detenidas, que acabaría con el poder de los oligopolios (Telmex y Telcel), que permitiría la privatización en sectores reservados para el estado y que flexibilizaría las relaciones laborales, modificando la ley federal del trabajo, entre otras cuestiones.

La realidad interna era muy distinta. El PRI sólo permitiría pasar algunas reformas y con modificaciones a la propuesta inicial. Se pasó una reforma al sistema de pensiones de los trabajadores del estado, que obligaba a los nuevos empleados a crear cuentas individuales para el retiro y al resto les daba la opción de que continuaran con el sistema solidario anterior. La enorme mayoría optó por el viejo sistema.

Se impulsó una reforma fiscal integral. Se aprobó el Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU) a personas físicas y morales mediante el cual el gobierno acentuaba el control sobre los contribuyentes y obligaba a que se hiciesen declaraciones mensuales. Sin embargo, la reforma no canceló los regímenes especiales ni la exención del IVA en medicinas y alimentos, así como la tasa cero en algunos tipos de bienes, por lo que, la evasión y elusión continuó, pero haciendo más gravosa la carga fiscal con los contribuyentes cautivos. Hubo otras medidas complementarias como grabar los depósitos en efectivo en los bancos con un 2%.

Sin embargo, el efecto no deseado de esta reforma fue alentar la informalidad y que una parte significativa de las transacciones se haga al margen del sistema bancario para evitar las penalizaciones. Por otra parte, se redujo el apoyo público a ulteriores reformas.

Por el lado del gasto, se implementó el presupuesto basada en resultados, estableciendo el Sistema de Evaluación de Desempeño (SED) para los programas presupuestarios (PP). Los programas sociales serían evaluados por el Coneval y el resto por la Secretaria de Hacienda. No cabe duda que “el camino al infierno está plagado de buenas intenciones”, puesto que no se han eliminado las simulaciones o se implementan incentivos perversos para reducir los PP en los que se otorgan subsidios a la población. En el primer caso está el Fondo PYME, cuyos recursos son distribuidos a través de organismos intermedios, pero sin controles, coordinación, ni indicadores como lo estableció recientemente la Auditoría Superior de la Federación en la revisión de la Cuenta Pública 2009 divulgada recientemente. En el otro caso, se imponen severas reglas de operación que impide el otorgamiento de los recursos a la población objetivo y después se les castiga por ineficientes. La OCDE también ha alertado sobre el potencial conflicto de intereses entre los evaluadores externos y las dependencias evaluadas o que encargan los dictámenes. En sentido contrario, están los PP, donde el gasto ejercido sobrepasa con mucho el asignado, ya sea porque se ven beneficiados por otros ingresos fiscales no contemplados en el presupuesto original o por criterios discrecionales.

A principios de 2008, la crisis hipotecaria de las subprime amenazaba con convertirse en una crisis financiera mundial. La recesión en Estados Unidos había comenzado en diciembre de 2007. Sin embargo, el optimismo gubernamental -“el catarrito” de Cartens o de algunos comentaristas “oficiales” que se empeñaban en no reconocer que la desaceleración amenazaba con convertirse en recesión- negaba el gran peligro que se avecinaba sobre la economía mexicana.

En marzo de 2006, se aprobó la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, que establecía la obligatoriedad de un presupuesto balanceado, lo que acentuaría el carácter procíclico del gasto público. Cuando la crisis económica mundial estalló en septiembre de 2008, tuvo que ser modificada para permitir déficit en situaciones especiales, como era el caso.

En octubre de 2008, se aprobaba una reforma energética. Calderón se congratulaba del éxito, cuando en realidad era muy distinta a su propuesta original, y más acorde al PRI y al PRD. La petroquímica secundaria seguiría siendo una actividad exclusiva del estado. En 2009, se decidió que una nueva refinería se construiría en Tula, Hgo. Sin embargo, a dos años de distancia el Gobierno Federal ha venido implementando tácticas dilatorias para no iniciar su construcción y ha manifestado en diversos foros su intención de promover otra reforma.

En las elecciones de diputados federales del 2009, el PRI pasa a ser la primera fuerza en la Cámara baja con 237 escaños con un elevado voto de castigo por la situación económica y aprovechando el efecto no deseado de la campaña del voto en blanco que le ayudó a ganar de manera muy cerrada algunos distritos que tradicionalmente eran bastiones del PAN y del PRD, que con los de su aliado Verde, le permite tener mayoría. La renuncia de Germán Martínez y su sustitución por César Nava en la dirección del PAN reflejaba elocuentemente el fracaso político. El PRI aprobaba el alza del IVA de 15 a 16% y en otros impuestos a cambio del que PAN no se aliara con el PRD.

En el 2010, todo pintaba para un “carro completo” en las elecciones estatales. Sin embargo, la alianza entre el PRD y el PAN combinada con la imposición de candidatos del PRI por los gobernadores provocó la derrota en Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Mientras tanto, el país festejaba el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución en una ambiente social empañado por la ola de violencia y terror en muchas regiones. El gobierno le echaba la culpa a los medios de la mala percepción sobre la inseguridad, cuando el pobre desempeño del turismo, la queja de los gobiernos extranjeros y organismos empresariales, y el abandono de poblados dicen lo contrario.

jueves, 6 de mayo de 2010

May 6, 2010: Percepción vs. Realidad

Pablo Álvarez Icaza Longoria
mailto: pabloail@yahoo.com.mx

El debate sobre si la percepción puede ser diferente de la realidad nunca ha estado ausente entre los analistas económicos y políticos, pero éste se ha intensificado recientemente por diversos casos como: la valoración del riesgo-país en naciones que pudiesen tener problemas similares a los de Grecia, la discusión sobre la seguridad en México y sus repercusiones en el turismo, y las expectativas de los resultados electorales en las elecciones de julio, luego de los primeras encuestas electorales de cara a esos procesos, por mencionar algunos ejemplos.

Los partidarios de la premisa de que percepción es realidad consideran que aunque en estricto sentido no sean lo mismo, la percepción es o se vuelve tan poderosa que termina por imponerse como la visión dominante de las cosas. Por tanto, para cambiar la percepción hay que cambiar a la realidad: para modificar la percepción de la quiebra económica de un país y de que incumplirá el pago de su deuda, debiera de mejorar su solvencia y corregir las causas como el elevado déficit fiscal que ha incrementado el endeudamiento a futuro; la reducción de los índices delictivos mejorando la situación económica e incrementando la eficacia del Estado mexicano para que logre detener a la delincuencia organizada y no organizada; o que las preferencia electorales mejoren debido a que los candidatos o partidos mejoren la oferta política, ganen los debates a sus contrincantes, realicen una mejor propaganda, etc.

En sentido opuesto, los partidarios de que la percepción y la realidad pueden ser muy diferentes, atribuyen al poder de los medios de comunicación la distorsión de la realidad considerando que tienen una gran influencia en la gente. Siguiendo los tres casos señalados se enfatiza que son los miedos irracionales los que provocan ataques especulativos que obligan a un país a declarar una moratoria de deuda, a devaluar la moneda, a una caída abrupta del precio de las acciones de una compañía ante la difusión de un rumor falso, de un análisis fatalista de un líder de opinión o de la interpretación de las declaraciones de algún personaje clave como el Presidente de la Reserva Federal (Fed), etc. La divulgación muy aparatosa de un atentado de narcotraficantes como la granada estallada el 15 de septiembre de 2008 en Morelia, las fotografías de los decapitados en todo el país, donde se genera la impresión de que todo México está en una situación desesperada por la creciente violencia. El recuerdo de la elección de 2006, donde los medios enfatizaron que López Obrador era un peligro para México y convencieron a muchos priistas e independientes del norte del país a dar un “voto útil” por Calderón (Sinaloa fue el prototipo de este caso).

Siendo un tanto ecléctico, ambas posturas tienen algo de razón e incluso hay contraejemplos de profecías autocumplidas que no funcionaron. En 1997 Long Term Capital Management, el famoso fondo de cobertura que quebró por apostar a favor de la devaluación del dólar de Hong Kong; o en 2002, cuando el riesgo país de Brasil superó los 5,000 puntos y los especuladores cantaban una inminente moratoria de pagos en el proceso de elecciones presidenciales. Pero estos casos también son útiles para entender por qué fracasaron: las enormes reservas de la Rep. Popular China estaban respaldando al dólar de HK y para los organismos internacionales era preferible entenderse con Lula que enfrentar las repercusiones de un default de deuda. Esto es, había garantías y respaldos muy sólidos para evitar que se cumplieran los ataques especulativos.
En el caso del turismo extranjero que visita México. Si bien es cierto que a pesar de la crisis económica la influenza y la inseguridad llegaron a México 21.454 millones de personas en 2009, el flujo fue 5.4% menor al de 2008. El efecto fue incluso más severo en la captación de divisas ya que se reportaron ingresos por 11,275 millones de dólares, pero 15.2% más bajos que el año anterior. Aunque el impacto más fuerte lo provocaron la recesión económica (especialmente la de Estados Unidos) y influenza AH1N1, la repercusión de la percepción de la inseguridad no es irrelevante.

Al respecto dos noticias se difundieron en la semana: 1) El Departamento de Estado de Estados Unidos relanzó su alerta de viajes recomendando no viajar a Michoacán, Sinaloa, Guerrero, Tamaulipas y zonas de Chihuahua, Durango y Coahuila, así como una alerta general para toda la frontera norte del país. Sin embargo, reconoció el esfuerzo del gobierno mexicano para proveer seguridad a los turistas y enfatizó que los destinos turísticos no sufren el mismo tipo de violencia. 2) Royal Caribbean y Princess Cruises, unas de las principales navieras de cruceros de lujo que existen en el mundo, anunciaron la cancelación de las rutas de sus barcos por el pacífico mexicano, principalmente en los destinos turísticos de Los Cabos, Baja California Sur; Mazatlán, Sinaloa, Puerto Vallarta y Jalisco.

La postura del gobierno mexicano sobre el reconocimiento del problema de la inseguridad y de la violencia es muy incómoda y complicada. Por un lado, si insisten en que sólo es un problema de percepción y que no ha afectado a los destinos turísticos, puede servir de incentivo para que la delincuencia organizada planee un ataque a los turistas o a las instalaciones con un gran impacto mediático para contradecir las declaraciones de los funcionarios; pero, lo más preocupante es que ante las evidencias acumuladas estos pierdan credibilidad al dar la apariencia de que niegan el principio de realidad de manera ostensible. Por otra parte, si reconocen que si ha habido un impacto significativo, podrían ganar reconocimiento entre la opinión pública y los analistas que elogiarían que no se está negando la realidad; pero en contrapartida, podría servir de incentivo para que diversos grupos cometan más delitos como una estrategia de presión.

Sin embargo, si prevalece la tesis de que la inseguridad es un problema de percepción, algunas autoridades podrían estar tentadas a comenzar a presionar a los medios de comunicación para que se autocensuren y no le den tanto realce a las noticias de crímenes y atentados. Esta tendencia es muy peligrosa porque podría significar regresión en la vida política y democrática, donde los medios que difunden este tipo de notas podrían ser acusado de ser aliado de la delincuencia.

Como comentario al margen resultó muy curioso comparar las ocho columnas de La Jornada y de Milenio del 5 de mayo en alusión a las declaraciones de Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación en Washington. El primero destacaba que la SG decía que la violencia se reducirá a finales de año; el segundo que crecerá. Saque usted sus conclusiones.

Valdría la pena hacer un estudio sobre el impacto de la inseguridad, la recesión y la influenza en el turismo en 2009 para de manera objetiva medir los impactos relativos no sin antes recordar las famosas falacias de composición: lo que es válido para un todo no lo es necesariamente para todas las partes; y lo que resulta cierto para una parte, no tiene que serlo para el todo.